lunes, 5 de mayo de 2014

La ciudad de los deseos incumplidos

Llevo algo más de un mes en España y creo que va siendo hora de ponerse a escribir otra vez. Me soltaron en libertad total al desestimar los cargos la jueza. Élla ha sido la única persona que ha puesto un poco de cordura en este "affair". Dos días después del sobreseimiento me pagaron el billete de vuelta y me "dejaron" en Barcelona. Eso fué el 13 de Marzo. En otro post ya os hablaré del proceso de repatriación y como se gasta el dinero de las "charity house" londinenses. Pero de momento acabaré de publicar un artículo que empecé a escribir el último día desde la biblioteca de Westminster.
Me gustaría hablar un  poco de los deseos que se dejan atras al abandonar cualquier ciudad con multitud de lugares por visitar o de cosas con las que disfrutar. El post es aplicable a todas ellas, pero en mi caso se lo dedico a mi visita a Londres.

Para empezar a los visitantes los podríamos calificar, para poderlos identificar, por grupos económicos, sociales, educativos, por tiempo de estancia, motivo de la visita, etc... Todos ellos con sus características comunes que les agrupa y las diferencias evidentes que les permitiría pertenecer a otro conjunto.
Pero sin importar en donde los incluiriamos, para hacer un análisis, cada grupo se marcha con diferente, pero en el fondo idéntico sabor amargo de "experiencia inconclusa".



via http://en.wikipedia.org/wiki/London

Cuando el tiempo se puede invertir en realizar actividades tan diferentes, y para eso no hay nada como las grandes urbes modernas, todo lo que hagamos nos parecera que no ha llegado a su mayor potencial, dejándonos en el fondo la necesidad de volver. Nuestra mente desea experimentar lo que nos dejamos en el camino.
Pero lastimosamente he de decir que eso es como el agua de los ríos. Nunca va a ser posible repetirlo o hacer lo que no pudimos en esa ocasión.
Todo cambia. La ciudad y su constante evolución. Las obras de teatro que se representan. Los museos con sus salas, ampliándose continuamente. Las exposiciones temporales, algunas más viajeras que sus observadores. La gente que conocimos o que nos encontramos. Los duenos de los locales que nos gustaron o la decoración de los mismos. Y por supuesto nosotros. Nunca volveremos a ser el que por primera vez visita una megaciudad. Pero no por ello hemos de dejar pasar la oportunidad de volver al lugar que nos fascinó. Tal vez para ver que la ciudad, como la vida, es para tomarla cual viene, sin esperar repetir o vivir lo no vivido.

En mi caso el anhelo tambien está incumplido. Mi mayor deseo al viajar a Londres no dependía de la ciudad en si o en actividades concretas a realizar en ella. Era un anhelo de conseguir levantar mi voz entre el ruido de la modernidad. De momento eso también se ha quedado en el tintero. Junto a todos los museos, restaurantes, parques, teatros, estadios, estaciones y por supuesto lugares donde poder orinar sin pagar que no pude visitar.

Tal vez en otra de esas megaciudades tenga más suerte. O incluso no haga falta salir a visitar ninguna. Con saber utilizar los medios que la técnica pone al alcance, uno puede hablar y hablar, hasta que cada la palabra se convierte en un soplido huracanado. Y con él se derrumbarán  las casas de los cerditos. Las palabras mueven montañas, ¿no?. Pues los huracanes derrumban castillos, por muy seguros que sus inquilinos crean estar en su interior.








No hay comentarios:

Publicar un comentario